sábado, 3 de enero de 2009




"Allí te quedo en el pecho,por muchos años me goces"(C.M.R.)


Con poderes de Dios-centauro omnipotente-me sacaste de la costilla curva de mi mundo lanzándome a buscar tu prometida tierra,la primera estación del paraíso.
Todo dejé atrás.No oí lamentos, ni recomendaciones porque en todo el Universo de mi ceguera solo vos brillabas recortado sol en la obscuridad.
Y así, Eva de nuevo, comí la manzana;
quise construir casa y que la habitáramos,
tener hijos para multiplicar nuestro estrenado territorio.
Pero, después, sólo estuvieron en vos las cacerías,
los leones, el elogio a la soledad y el hosco despertar.
Para mí solamente los regresos de prisa,
tu goce de mi cuerpo,
el descargue repentino de ternura
y luego, una y otra vez, la huida tijereteando mi sueño,
llenando de lágrimas la copa de miel tenazmente ofrecida.
Me desgaste como piedra de río.
Tantas veces pasaste por encima de mis murmullos,
de mis gritos,
abandonándome en la selva de tus confusiones
sin lámpara, ni piedras para hacer fuego y calentarme,
o adivinar el rumbo de tu sombra.
Por eso un día,
vi por última vez tu figura recostada en el rojo fondo
de la habitacióndonde conocí más furia que ternura
y te dije adiós desde el caliente fondo de mis entrañas
desde el río de lava de mi corazón.
No me llevé nada porque nada de lo tuyo me pertenecía
-nunca me hiciste dueña de tus cosas-
y saliste de mí como salen -de pronto-desparramados, tristes,
los árboles convertidos en trozas,
muertos ya, pulpa para el recuerdo, material para entretejer versos.
Fuiste mi Dios y como Adán, también me preñaste de frutas y malinches,
de poemas y cogollos, racimos de inexplicables desconciertos.
Para nunca jamás esta Eva verá espejismos de paraíso
o morderá manzanas dulces y peligrosas,
orgullosas, soberbias, inadecuadas para el amor.
Gioconda Belli